¿CUÁL ES EL OCTAVO MANDAMIENTO?
A.
El octavo mandamiento es: No hurtarás. Ex.
20:15.
1. ¿CUÁLES SON LOS DEBERES EXIGIDOS EN EL OCTAVO MANDAMIENTO?
A.
Los deberes exigidos en el octavo mandamiento son: la verdad. Fidelidad y
justicia en los contratos y en el comercio entre hombre y hombre. Sal. 15: 2-4. El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad en su
corazón. El que no calumnia con su lengua, Ni hace mal a su prójimo, Ni admite
reproche alguno contra su vecino. Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado,
Pero honra a los que temen a Jehová. El que aun jurando en daño suyo, no por
eso cambia.
Miq. 6: 8. Oh hombre, él te ha declarado
lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar
misericordia, y humillarte ante tu Dios. Zac. 8: 16. Éstas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con
su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la paz en vuestras
puertas.
B.
Pagar a cada uno lo que le es debido. Rom.
13: 7. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo,
tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra,
honra.
C.
La restitución de los bienes que han sido quitados ilegalmente a sus legítimos
propietarios. Lev. 6: 4-5. entonces, habiendo pecado y ofendido, restituirá aquello que robó, o
el daño de la calumnia, o el depósito que se le encomendó, o lo perdido que
halló, o todo aquello sobre que hubiere jurado falsamente; lo restituirá por
entero a aquel a quien pertenece, y añadirá a ello la quinta parte, en el día
de su expiación.
Luc. 19: 8. Entonces Zaqueo, puesto en pie,
dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en
algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
D.
Dar y prestar gratuitamente conforme a nuestras posibilidades y las necesidades
de los otros. Deut. 15: 7-10. Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en
alguna de tus ciudades, en la tierra que Jehová tu Dios te da, no endurecerás
tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu
mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite. Guárdate de tener
en tu corazón pensamiento perverso, diciendo: Cerca está el año séptimo, el de
la remisión, y mires con malos ojos a tu hermano menesteroso para no darle;
porque él podrá clamar contra ti a Jehová, y se te contará por pecado. Sin
falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des; porque por ello
te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas. Gal 6: 10. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y
mayormente a los de la familia de la fe. Comp. Luc. 6: 30, 38;
E.
La moderación en nuestros juicios, voluntades y afectos respecto a los bienes
mundanales. 1 Tim. 6: 8-9. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.
Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas
codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición;
F.
Un cuidado prudente en adquirir. 1 Tim.
5:8. Porque si alguno no provee para los suyos, y
mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.
G.
Guiar, usar y disponer de aquellas cosas que son necesarias y convenientes para
el sostén de nuestra naturaleza y apropiadas a nuestra condición. Prov. 27: 23-24. Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, Y mira con cuidado
por tus rebaños; Porque las riquezas no duran para siempre; ¿Y será la corona
para perpetuas generaciones?
Ecl. 3: 12-13. Yo he conocido que no hay para
ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don
de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor. Comp. 1 Tim. 6: 17, 18;
H.
Un oficio lícito. Efe. 4:28. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo
que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Rom. 12:5-8. Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos
miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según
la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la
fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que
exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con
solicitud; el que hace misericordia, con alegría. Comp. Ecl.
9:10;
I.
Y diligencia en él. Prov. 10:4. La mano negligente empobrece; Mas la mano de los diligentes enriquece.
Rom.
12:11. En lo que requiere diligencia, no perezosos;
fervientes en espíritu, sirviendo al Señor.
J.
La frugalidad. Prov. 12:27. El indolente ni aun asará lo que ha cazado; Pero haber precioso del
hombre es la diligencia.
Y 21:20. Tesoro precioso y aceite hay en la casa del
sabio; Mas el hombre insensato todo lo disipa. Juan 6: 12. Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los
pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.
K.
Evitar litigios innecesarios. 1 Cor.
6:7. Así que, por cierto es ya una falta en vosotros
que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el
agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?
L.
Fianzas o compromisos semejantes. Prov.
11:15. Con ansiedad será afligido el que sale por fiador
de un extraño; Mas el que aborreciere las fianzas vivirá seguro. Prov. 6:1-5. Hijo mío, si salieres fiador por tu amigo, Si has empeñado tu palabra
a un extraño, Te has enlazado con las palabras de tu boca, Y has quedado preso
en los dichos de tus labios. Haz esto ahora, hijo mío, y líbrate, Ya que has
caído en la mano de tu prójimo; Ve, humíllate, y asegúrate de tu amigo. No des
sueño a tus ojos, Ni a tus párpados adormecimiento; Escápate como gacela de la
mano del cazador, Y como ave de la mano del que arma lazos.
ll.
Y el esfuerzo por todos los medios lícitos y justos para procurar, preservar y
acrecentar las riquezas y bienestar de otros, tanto como nuestro. Lev. 25:35. Y cuando tu hermano empobreciere y se acogiere a ti, tú lo ampararás;
como forastero y extranjero vivirá contigo. Fil. 2:4. No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo
de los otros.
Deut. 22: 1-4. Si vieres extraviado el buey de
tu hermano, o su cordero, no le negarás tu ayuda; lo volverás a tu hermano. Y
si tu hermano no fuere tu vecino, o no lo conocieres, lo recogerás en tu casa,
y estará contigo hasta que tu hermano lo busque, y se lo devolverás. Así harás
con su asno, así harás también con su vestido, y lo mismo harás con toda cosa de
tu hermano que se le perdiere y tú la hallares; no podrás negarle tu ayuda. Si
vieres el asno de tu hermano, o su buey, caído en el camino, no te apartarás de
él; le ayudarás a levantarlo.
Comp. Ex. 23:4, 5.
2. ¿CUÁLES SON LOS PECADOS PROHIBIDOS EN EL OCTAVO MANDAMIENTO?
A.
Los pecados prohibidos en el octavo mandamiento, además de la negligencia en
los deberes requeridos. Prov. 23:21. El que sigue la justicia y la misericordia Hallará la vida, la
justicia y la honra.
1 Juan 3:17. Porque no envió Dios a su Hijo
al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. Sant. 2:15-16. Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del
mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos
y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de
qué aprovecha?
B.
Son: el robo. Efe. 4:28. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo
que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.
C.
Salteamiento. Sal. 62:10. No confiéis en la violencia, Ni en la rapiña; no os envanezcáis; Si se
aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas.
D.
Ser plagiario o negrero. 1 Tim. 1:10. Para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores,
para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina. Ex. 21: 16. Asimismo el que robare una persona y la vendiere, o si fuere hallada
en sus manos, morirá.
Gen 1:28. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y
multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar,
en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la
tierra.
E.
Así como el recibir una cosa robada. Prov.
29:24. El cómplice del ladrón aborrece su propia alma;
Pues oye la imprecación y no dice nada. Sal. 50: 18. Si veías al ladrón, tú corrías con él, Y con los adúlteros era tu
parte.
F.
Comercio fraudulento. 1 Tes. 4:6. Que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es
vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado.
G.
Pesas y medidas falsas. Prov. 11:1. El peso falso es abominación a Jehová; Mas la pesa cabal le agrada. Prov. 20:10. Pesa falsa y medida falsa, Ambas cosas son abominación a Jehová.
H.
Quitar linderos. Deut. 19: 14. En la heredad que poseas en la tierra que Jehová tu Dios te da, no
reducirás los límites de la propiedad de tu prójimo, que fijaron los antiguos. 1 Prov. 23:10. Si hubiere en medio de ti alguno que no fuere limpio, por razón de
alguna impureza acontecida de noche, saldrá fuera del campamento, y no entrará
en él.
I.
La injusticia y la infidelidad en los contratos entre hombre y hombre. Am. 8:5. Diciendo: ¿Cuándo pasará el mes, y venderemos el trigo; y la semana, y
abriremos los graneros del pan, y achicaremos la medida, y subiremos el precio,
y falsearemos con engaño la balanza.
Sal. 37:21. El impío toma prestado, y no
paga; Mas el justo tiene misericordia, y da.
J.
O en cosas depositadas. Luc. 16: 11. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os
confiará lo verdadero?
K.
La opresión. Ez. 22:29. El pueblo de la tierra usaba de opresión y cometía robo, al afligido y
menesteroso hacía violencia, y al extranjero oprimía sin derecho. Lev. 25:17. Y no engañe ninguno a su prójimo, sino temed a vuestro Dios; porque yo
soy Jehová vuestro Dios.
L.
Extorsión. Mat. 23:25. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo
de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de
injusticia.
Ez. 22:12. Precio recibieron en ti para
derramar sangre; interés y usura tomaste, y a tus prójimos defraudaste con
violencia; te olvidaste de mí, dice Jehová el Señor. ll.
Usura. Sal. 15:5. Quien su dinero no dio a usura, Ni contra el inocente admitió cohecho.
El que hace estas cosas, no resbalará jamás.
M.
Cohechos. Job. 15:34. Porque la congregación de los impíos será asolada, Y fuego consumirá
las tiendas de soborno.
Isa. 33:15. El que camina en justicia y
habla lo recto; el que aborrece la ganancia de violencias, el que sacude sus
manos para no recibir cohecho, el que tapa sus oídos para no oír propuestas
sanguinarias; el que cierra sus ojos para no ver cosa mala.
N.
Litigios vejatorios. Prov. 3:30. No tengas pleito con nadie sin razón, Si no te han hecho agravio. 1 Cor. 6:7. Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos
entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no
sufrís más bien el ser defraudados?
Ñ.
La depredación y destrucción de los linderos. Isa. 5:8. ¡Ay de los que
juntan casa a casa, y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo! ¿Habitaréis
vosotros solos en medio de la tierra? Mat. 2:2. Diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su
estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.
O.
Monopolios gravosos. Prov. 11:26. Al que acapara el grano, el pueblo lo maldecirá; Pero bendición será
sobre la cabeza del que lo vende.
P.
Ocupaciones ilegales. Hch. 19:19. Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los
libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su precio,
hallaron que era cincuenta mil piezas de plata. Y. 24-25.
Porque un platero llamado Demetrio, que hacía de
plata templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices; 25 a los
cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de
este oficio obtenemos nuestra riqueza.
Q.
Y todos los demás modos injustos y pecaminosos para tomar o quitar lo que
pertenece a nuestro prójimo, o para enriquecernos. Sant. 5:4. He aquí, clama el
jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no
les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han
entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. Prov. 21:6. Amontonar tesoros con lengua mentirosa Es aliento fugaz de aquellos
que buscan la muerte.
Comp. Job. 20:19;
R.
La codicia. Luc. 12:15. Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del
hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Prov. 1: 19. Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia, La cual
quita la vida de sus poseedores.
S.
Apreciación y afecto desmedido hacia los bienes mundanales. 1 Juan 2: 15-16. No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama
al mundo, el amor del Padre no está en él. 16 Porque todo lo que hay en el
mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la
vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Prov. 23:5. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se
harán alas Como alas de águila, y volarán al cielo. Comp. Sal. 62: 10
T.
Cuidados distraídos y desconfiados para adquirir, guardar y usar de dichos
bienes. Mat. 6:25. Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer
o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la
vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Y. 34. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana
traerá su afán. Basta a cada día su propio mal. Ecl. 5: 12. Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico
no le deja dormir la abundancia.
U.
Envidiar la prosperidad de otros. Sal.
73:3. Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la
prosperidad de los impíos.
Sant. 5:9. Hermanos, no os quejéis unos
contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la
puerta.
V.
Asimismo prohíbe la ociosidad. 1 Tes.
3:11. Mas el mismo Dios y Padre nuestro, y nuestro
Señor Jesucristo, dirija nuestro camino a vosotros. Prov. 18:9. También el que es negligente en su trabajo Es hermano del hombre
disipador.
X.
Prodigalidad, juegos de azar; y todas las maneras por las cuales perjudicamos
indebidamente nuestro estado externo. Prov.
21:17. Hombre necesitado será el que ama el deleite, Y
el que ama el vino y los ungüentos no se enriquecerá. Prov. 23:20. No estés con los bebedores de vino, Ni con los comedores de carne. Prov. 28:19. El que labra su tierra se saciará de pan; Mas el que sigue a los
ociosos se llenará de pobreza.
Y.
Y también el privarnos del uso debido y las comodidades del estado en que Dios nos
puso. Ecl. 4:8. Está un hombre solo y sin sucesor, que no tiene hijo ni hermano; pero
nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta:
¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien? También esto es vanidad, y
duro trabajo.
Ecl. 6:12. Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en
la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como
sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?
EL OCTAVO MANDAMIENTO.
Este mandamiento prohíbe todas las violaciones de los derechos a
la propiedad. El derecho a la propiedad es el derecho a su posesión y uso
exclusivos.
EL
FUNDAMENTO DEL DERECHO A LA PROPIEDAD ES LA VOLUNTAD DE DIOS POR ESTO SE
SIGNIFICA:
(1) Que Dios ha constituido al hombre de tal manera que él desea y
necesita el derecho a la exclusiva posesión y uso de ciertas cosas.
(2) Al haber hecho al hombre un ser social, El ha hecho que el
derecho a la propiedad sea esencial para el sano desarrollo de la sociedad
humana.
(3) El ha implantado un sentido de justicia en la naturaleza del
hombre que condena como moralmente malo todo lo no congruente con el derecho en
cuestión.
(4) Él ha declarado en Su Palabra que toda violación a este derecho
es pecaminosa. Esta doctrina del derecho divino a la propiedad es la única
salvaguarda para el individuo o para la sociedad. Si se hace descansar sobre
cualquier otro fundamento, es inseguro e inestable. Es sólo al hacer la
propiedad sagrada, guardada por la flamígera espada de la justicia divina, que
puede estar a salvo de los peligros a los que está expuesta siempre y en todas
partes.
La comunidad de bienes. La comunidad de bienes no involucra necesariamente la negación del
derecho a la propiedad privada. Cuando Ananías, al vender su posesión, retuvo
parte del precio, Pedro le dijo: «Reteniéndola, ¿no se te quedara a ti?; y
vendida, ¿no estaba en tu poder?» (Hch 5:4). Cualquier cantidad de personas
pueden acordar vivir en común, poniendo todas sus posesiones y todos los frutos
de su trabajo en un fondo común, del que cada miembro sea suplido conforme a
sus necesidades.
Este experimento fue hecho a pequeña escala y por un breve período
de tiempo en Jerusalén. (Hch 4:32-35). Algunos dicen por cierto que estos pasajes
no implican una verdadera comunidad de bienes. Tener «todas las cosas en común»
se entiende como significando que «nadie consideraba sus posesiones como
perteneciéndoles de manera absoluta, sino como un depósito para beneficio
también de otros.» Esta interpretación parece inconsistente con la narración
entera. Los que tenían posesiones las vendían. Renunciaban a todo control sobre
lo que había sido suyo. El precio era puesto a los pies de los Apóstoles, y era
distribuido por ellos o bajo su dirección.
ACERCA
DE LA NARRACIÓN EN HECHOS SE PUEDE OBSERVAR:
1. Que la conducta de estos primeros cristianos fue puramente
espontánea. Los Apóstoles no les ordenaron que vendieran sus posesiones y que
lo tuvieran todo en común. No hay la más ligera indicación de que los Apóstoles
dieran aliento alguno a este movimiento. Parece que simplemente lo permitieron.
Dejaron que la gente actuara bajo el impulso de sus propios sentimientos,
haciendo cada uno lo que mejor le parecía con lo suyo.
2. No se puede considerar como insólito que los cristianos
primitivos fueran impedidos a este experimento. Para nosotros las maravillas de
la Redención constituyen la «antigua, antigua historia», desde luego
inenarrablemente preciosa, pero ha perdido el poder de la novedad. En aquellos para
los que era nueva puede haber producido un aturdimiento extático, que modificó
su capacidad de juicio.
Hay dos grandes verdades del Evangelio cuya clara percepción
podría dar cuenta de la decisión de estos primeros convertidos de tener todas
las cosas en común. La primera es que todos los creyentes son un cuerpo en
Cristo Jesús; todos unidos a Él por la morada del Espíritu Santo; todos
igualmente partícipes de Su justicia; todos objetos de Su amor; y todos
destinados a la misma herencia de la gloria.
La otra gran verdad está contenida en las palabras de Cristo: «En
cuanto lo hicisteis a uno de estos más pequeños de mis hermanos, a mí me lo
hicisteis.» No es para asombrarse, entonces, que hombres con las mentes llenas
de estas verdades olvidaran consideraciones meramente prudenciales.
3. Este experimento, por lo que parece, quedó confinado a los
cristianos en Jerusalén, y pronto fue abandonado. No oímos nunca de tal cosa en
ningún otro lugar, ni posteriormente. Por ello, no tiene fuerza preceptiva.
4. Las condiciones para el éxito de este plan, en ninguna gran
escala, no pueden encontrarse en la tierra. Supone algo cercano a la perfección
en todos los que se embarquen en tal operación. Supone que las personas
trabajarán tan asiduamente sin el estímulo por el deseo de mejorar su condición
y por conseguir el bienestar de sus familias como con ello. Supone un
desinterés absoluto por parte de los miembros más ricos, más fuertes o más
capaces de la comunidad.
Tienen que estar dispuestos a abandonar todas las ventajas
personales en base de sus superiores dotes. Supone una perfecta integridad por
parte de los distribuidores del fondo común, y un espíritu de moderación y de
contentamiento por parte de cada miembro de la comunidad, para que queden
satisfechos con lo que otros, y no ellos mismos, consideren que es su parte
equitativa. Tendremos que esperar hasta el milenio antes que estas condiciones
se materialicen. El intento de introducir una comunidad general de bienes en el
actual estado del mundo, en lugar de elevar a los pobres, reduciría a toda la
masa de la sociedad a un común nivel de barbarie y de pobreza.
La única base segura de la sociedad está en aquellos principios
inmutables del derecho y del deber que Dios ha revelado en Su Palabra, y
escrito en los corazones de los hombres. ... Comunismo y socialismo. Tanto más alto está el cielo sobre «las
partes más profundas de la tierra» como lo estaban los principios y motivos de
los primeros cristianos por encima de los modernos proponentes de la comunidad
de bienes.
Esta idea no es de origen moderno. Aparece en diferentes formas en
todas las épocas del mundo. Formaba parte del esquema de la República de
Platón, porque desde su punto de vista la propiedad privada era el principal
origen de todos los males sociales. Formaba parte del monasticismo de la Edad
Media.
La renuncia al mundo incluía la renuncia a toda propiedad. La
pobreza voluntaria era uno de los votos de todas las instituciones monásticas.
Fue adoptada por muchas de las místicas y fanáticas sectas que aparecieron
antes de la Reforma, como los Mendigos, y los «Hermanos del Espíritu Libre»,
que enseñaban que el mundo debía ser restaurado a su estado paradisíaco, y que
todas las distinciones creadas por ley, tanto de organización social como de la
propiedad o matrimoniales, debían ser extinguidas.
En la época de la Reforma, los seguidores de Munzer adoptaron los
mismos principios, y sus esfuerzos por llevados a la práctica condujeron a las
miserias de «la guerra de los campesinos». Todos estos movimientos estaban
relacionados con doctrinas religiosas fanáticas. Los líderes de estas sectas se
pretendían inspirados, y se presentaban como los órganos y mensajeros de Dios.
En cambio, el moderno Comunismo, por lo que concierne a su carácter general, es
materialista y ateo, y panteísta en alguna de sus formas.
Esto es consistente con la admisión de que algunos de sus
proponentes, como St. Simón, Fourier y otros, eran hombres sinceros y
benevolentes. Algunos de ellos, por cierto, dijeron que sólo deseaban poner en
práctica el principio de amor fraternal tan a menudo inculcado por Cristo.
Comunismo y Socialismo no son propiamente términos intercambiables, aunque a
menudo se empleen para designar el mismo sistema.
El primero se refiere de manera más especial al principio de la
propiedad en comunidad; el segundo, a la forma de la organización social. Para
Fourier, lo primero estaba subordinado a lo segundo. Él no negó por entero el
derecho a la propiedad, pero insistió en que la sociedad estaba mal organizada.
En lugar de vivir en familias diferentes, cada una de ellas luchando por
mantenerse y avanzar, los hombres debían reunirse en grandes asociaciones con
una propiedad en común, y todos trabajando para el fondo común.
Este fondo debía ser distribuido conforme al capital contribuido
por cada miembro, y según el tiempo y las capacidades empleados en el servicio
común. Proudhon, inmortalizado por el libro en el que la pregunta, «¿Qué es la
propiedad?» se contesta diciendo: «La propiedad es un robo», hace que la norma
de la distribución del fondo común sea el tiempo dedicado al trabajo. Louis
Blanc no considera en absoluto la aportación de capital, trabajo y capacidad, y
hace que la única norma de distribución sea las necesidades del individuo.
El elemento común a todos estos esquemas que se niega el derecho a
la propiedad de la tierra o de sus productos. Los dos últimos le niegan al
hombre toda propiedad de sus capacidades o talentos; y el último, incluso de su
trabajo, de modo que el miembro más indolente y menos eficaz de la sociedad
debería, según él, recibir tanto como el más trabajador y útil. La negación del
derecho a la propiedad está, en gran parte, conectado con el rechazo de la
religión y de la institución del matrimonio.
El matrimonio, junto con la religión y la propiedad, son
declarados como las más grandes causas de la miseria social. Los hijos no
deberían pertenecer a sus padres, sino al estado; la inclinación y el goce
deberían ser el motivo y fin de la norma de la vida. Es un hecho histórico que
el Comunismo, en su forma moderna, tuvo su origen en el materialismo ateo; en
la negación de Dios, que tiene derecho a dar leyes a los hombres, y el poder y
propósito de dar fuerza a estas leyes mediante las retribuciones de la
justicia; en la creencia de que la vida actual es todo el período de existencia
otorgado a los hombres; y que por ello mismo los goces de esta vida son todo lo
que los hombres deben desear o esperar.
Estos principios habían sido durante largo tiempo inculcados por
hombres como Rousseau, Voltaire, d’Holbach, Diderot y otros. Pero para producir
un incendio debe haber no sólo fuego, sino también materiales combustibles.
Estos principios materialistas habrían flotado alrededor como meras
especulaciones si no hubiera existido tanto sufrimiento y tanta degradación
entre el pueblo. Fueron mentes cargadas por la consciencia de la miseria y por
el sentimiento de las injusticias que se sintieron inflamadas por las nuevas
doctrinas, y que estallaron en un fuego que por un tiempo ardió por toda Europa.
No debemos atribuir todo el mal ni a los incrédulos ni al pueblo.
Si no hubiera sido por los anteriores siglos de crueldad y opresión, Francia no
habría dado una página tan sangrienta a la historia de la Europa moderna. «International»
del 27 de marzo de 1870 exponía de manera sucinta el objeto de la
Internacional: «Los derechos de los obreros: ése es nuestro principio; la
organización de los obreros: ése es nuestro medio de acción; la revolución
social: ése es nuestro fin.» Son los «obreros», los manuales, no la masa del
pueblo, educados o no, sino una sola clase cuyos intereses han de ser tenidos
en cuenta.
El fin perseguido no es una revolución política, el cambio de una
forma de gobierno por otra; se trata de una revolución social, un trastorno
total del actual orden de la sociedad. Si el Comunismo organizado en esta
sociedad debe su origen a las causas anteriormente especificadas, el método
racional de actuación es corregir o eliminar las causas.
Si el Comunismo es producto del Ateísmo materialista, su curación
debe encontrarse en el Teísmo; en traer a las personas a saber y creer que hay
un Dios de quien dependen y ante quien son responsables; enseñándoles que ésta
no es la única vida, que el alma es inmortal, y que los hombres serán
recompensados o castigados en el mundo venidero según su carácter y conducta en
esta vida presente; que, consiguientemente, el bienestar aquí no es el más alto
fin de la existencia, que los pobres aquí pueden después ser mucho más felices
que sus ricos vecinos; que es mejor ser Lázaro que Dives.
Será necesario llevados a creer que hay una divina providencia
sobre los asuntos del mundo; que los acontecimientos no van determinados por la
ciega operación de las causas físicas, sino que Dios reina; que Él distribuye a
cada uno como él quiere;. que «el Señor hace pobre, y Él enriquece»; que no son
los ricos y nobles, sino los pobres y humildes que son Sus favoritos; y que el
derecho a la propiedad, el derecho al matrimonio, y los derechos de los padres
y de los magistrados, han Sido todos ordenados por Dios, y que no pueden ser
violados sin incurrir en Su desagrado y en la segura visitación del castigo
divino.
Sin embargo, la instrucción religiosa del pueblo es sólo la mitad
de la tarea que la sociedad tiene que llevar a cabo para asegurar su propia
existencia y seguridad. Se tiene que procurar la comodidad de la gran masa del
pueblo, o al menos proveerle de los medios para que llegue a alcanzarla; y se
tiene que actuar con justicia. La miseria y un sentimiento de injusticia son
los dos grandes elementos de perturbación en las mentes de las personas: Son
las ascuas que están siempre dispuestas para desatarse en un devorado incendio.
Violaciones del octavo
mandamiento. Se puede desde luego poner en tela de juicio que la sociedad esté
más en peligro por causa de los destructivos principios del Comunismo que por
los fraudes secretos o tolerados que invaden de manera tan extensa casi todos
los sectores de la vida social. Si este mandamiento prohíbe toda apropiación
injusta de la propiedad de otros para nuestro propio uso y ventaja, si cada
apropiación así es robo delante de Dios, entonces el robo es la más común de
todas las transgresiones externas del Decálogo.
NO
INCLUYE MERAMENTE EL HURTO VULGAR QUE LA LEY PUEDE DETECTAR Y CASTIGAR, SINO:
1. Toda falsa pretensión en cuestiones de negocios; presentar un
artículo que se propone para la compra o el intercambio como mejor de lo que
es. Esto incluye una multitud de pecados. Hay artículos producidos en la nación
y vendidos como de fabricación extranjera cuyo precio va determinado por esta
presentación fraudulenta. Esta clase de fraude apenas si tiene límites. Bajo
este encabezamiento de falsas pretensiones viene la adulteración de artículos
alimenticios, de medicinas, y de materiales para vestido.
El grado en que se lleva a cabo es terrible. La misma queja existe
en cuanto a la adulteración de fármacos.
Si tenemos que creer a la prensa, la mayor parte de los vinos y otros
licores, espíritus y maltas, vendidos al público, están no sólo adulterados, sino
mezclados con productos químicos perjudiciales. La vestimenta dada a los
soldados en servicio activo, expuestos a todas las inclemencias,-era y es a
menudo de materiales de pésima calidad.
No habría fin a la enumeración de los fraudes de este tipo. Una
importante revista inglesa decía recientemente que una gran parte del
presupuesto del gobierno británico se dedicaba a tratar de prevenir y detectar
fraudes contra el público.
2. Otra gran clase de violaciones del octavo mandamiento comprende
los intentos de aprovecharse de la ignorancia o de las necesidades de nuestros
semejantes. Pertenece a la naturaleza del robo que alguien venda un artículo á
sabiendas de que es de menor valor que lo que se piensa el que compra. Si
alguien sabe que el crédito de un banco ha cedido, o que los negocios del
ferrocarril, o de cualquier otra sociedad, han sufrido, y se aprovecha de este
conocimiento para vender acciones o participaciones de estas sociedades a los
que desconocen la cuestión, demandando más por ellas que su verdadero valor, es
culpable de robo, si el mandamiento «no robarás» prohíbe toda injusta
adquisición de la propiedad de nuestro prójimo.
De la misma manera, todos los intentos sucios de potenciar o
deprimir el valor de artículos de comercio son violaciones de la ley de Dios. A
menudo se hacen circular rumores infundados para potenciar o deprimir los
precios, para aprovecharse de los no avisados o mal informados. Es un delito
del mismo tipo acaparar bienes para aumentar los precios: «Al que acapara el grano,
el pueblo lo maldecirá; pero habrá bendición sobre la cabeza del que lo venda»
(Pr II :26). También es una violación de la ley aprovecharse de las necesidades
de nuestros prójimos y exigir un precio exorbitante por lo que puedan
necesitar.
En el reciente y terrible incendio de Chicago, se pedían mil
dólares por el uso de un caballo y carro por una sola hora. Se puede decir que
no hay un estándar fijo de precios; que algo puede valer lo que le cuesta al
hombre que lo tiene; o lo que le vale a quien lo pide; o lo que dará en el
mercado libre. Si una hora de uso de caballo y carro le valía más a un hombre
en Chicago que mil dó1ares, puede decirse que no era injusto pedir esta suma.
Pero si es así, entonces si un hombre que está muriendo de sed
está dispuesto a dar todas sus propiedades por un vaso de agua, será justo
exigir este precio; o si un hombre en peligro de ahogarse debiera ofrecer mil
dólares por una cuerda, podríamos rehusar arrojársela por un precio inferior.
Todas las personas son conscientes de que tal conducta sería digna de la mayor
repulsa.
El hecho es que todas las cosas tienen un valor intrínseco, se
determine como se determine, y que no puede ser aumentado porque nuestros
sufrientes semejantes puedan tener una necesidad apremiante de las mismas.
3. Este mandamiento prohíbe asimismo privar a los hombres de sus
propiedades sobre la base de un mero defecto técnico o defecto legal en su
título. Un defecto así puede ser efecto de una ignorancia inevitable, o de
pérdida por naufragio, fuego, robo u otros accidentes, de la evidencia de su
derecho.
La ley puede ser en estos casos inexorable; puede que en conjunto
sea correcto que así sea, pero sin embargo la persona que se aprovecha de este
defecto para lograr la posesión de la propiedad de su prójimo quebranta el
mandamiento que dice: «No hurtarás», esto es, no tomarás aquello que delante de
Dios no te pertenece. El juego cae bajo la misma categoría cuando se abusa de
los incautos o de los poco diestros para privarlos de sus propiedades sin compensación.
Sin embargo, es imposible enumerar o clasificar los varios métodos
de fraude. El código moral que mantienen muchos negociantes y profesionales
está muy por debajo de la ley moral revelada en la Biblia. Esto es
especialmente cierto con referencia al octavo mandamiento en el Decálogo.
Muchos que han mantenido un buen nombre en la sociedad, e incluso en la
Iglesia, quedarán atónitos en el último día cuando encuentren la palabra
«Ladrones» escrita tras sus nombres en el gran libro del juicio.